Recuerdo, siendo adolescente, el fuerte impacto que causó en la sociedad el secuestro primero y luego la ejecución de Pedro Eugenio Aramburu por parte de Montoneros.
En ese momento, particularmente, me impactaron además dos noticias: el saber a medida que se conocían los hechos que el grupo que había perpetrado ambos eventos eran solo algunos años mayores que yo, y muy especialmente que eran provenientes de familias cristianas, ellos mismos educados y practicantes de la religión católica.
Me preguntaba entonces cómo era posible que alguien pudiera llegar a planificar y a matar a otro ser humano – cualquiera fuera el móvil con el que se intentan justificar los hechos- y a su vez continuar declarándose cristianos sin arrepentirse.
Me preguntaba qué habría pasado con ellos… Como, donde y cuando se había producido el quiebre de los principios primordiales de la religión católica para convertirse en jueces y ejecutores por sobre Dios. Cual había sido el vector de esa disociación. ¿Por influencia de la familia?, ¿los amigos?, ¿el colegio?, ¿la Iglesia misma…?
Mucho se escribió posteriormente sobre cristianismo y revolución, sobre religión y política y otros análisis semejantes. Yo me acerque a la lectura de Aramburu quizás inconscientemente buscando encontrar algunas respuestas a lo que siempre me había quedado dando vueltas en mi cabeza
Esas respuestas las encontré en el transcurso del relato de O’Donnell. Ella nos conduce desde la génesis a la cohesión y a la disolución de Montoneros y en su recorrido aparecen los distintos elementos que influyeron en quienes perpetraron la ejecución de Aramburu.
El libro está redactado en forma tan amena y atrapante que nos hace internar en el relato de cada acción haciéndonos sentir que estamos allí dentro mismo, siendo parte de la trama como espectadores testigos de lo que va ocurriendo. Nos logra convertir casi en una cámara que acompaña como en un documental los hechos y protagonistas por dentro.
Aramburu está escrito en forma neutral, sin morbosidad, sin tomar partido ni posición, relatando de la manera más imparcial posible la recopilación de los hechos y protagonistas. No pretende juzgar ni condenar. Deja que cada lector forme su propia opinión sobre lo ocurrido librándolo a la propia interpretación de los hechos por parte de cada uno. En esto radica uno de los méritos de este libro muy bien redactado y certero en la reconstrucción de los hechos, lo que denota el importante trabajo de investigación que ha habido detrás.
Seguramente Aramburu conducirá a una auto reflexión diferente según quien complete su lectura. Cada uno lo recorrerá desde una perspectiva personal distinta quizás histórica, o social, o psicológica, o sociológica. O también desde la búsqueda del entendimiento y comprensión de la coherencia en los valores religiosos entre lo que verdaderamente se cree, se piensa y lo que se hace.