Editorial

Ante una nueva oportunidad

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Escrito por Consejo Editorial
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“Maestro, ¿no te importa que perezcamos? El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: ¡calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿por qué estáis con tanto miedo?, ¿cómo no tenéis fe?”

(Marcos 4 35-41)

Toda crisis ofrece una oportunidad y si la provocada por el COVID-19 llega a buen término, será el momento de aprovecharla. Pero para ello hace falta descubrirla y tener el valor de dar los pasos necesarios para utilizarla. Esta inédita crisis de origen sanitario ha puesto al sistema económico y financiero de rodillas, ya que todos los diagnósticos y recetas conocidos pierden velozmente su utilidad y validez. Entre las certidumbres está el enorme impacto que tendrá la parálisis de la economía mundial que, naturalmente, será más grave cuanto mayor sea la intensidad y duración de la pandemia.

Como empresarios cristianos nuestra mayor preocupación, es que quienes más sufrirán esa parálisis económica serán, sin duda los sectores más vulnerables de la sociedad. Es tiempo entonces de reflexión y hacernos las preguntas relevantes para buscar las repuestas apropiadas, apelando a poner una cabeza fría al servicio de un corazón ardiente, como enseñaba ya hace dos siglos el gran economista Alfred Marshall.

Desde el lugar institucional que ocupamos una pregunta que nos parece relevante es el rol que tendrán empresas y Estado, en la superación de esta crisis, cuestión que pone en clara evidencia las fortalezas y debilidades institucionales y sociales de nuestra actual situación. Entre las fortalezas vale destacar el espíritu de unión que parece haber primado en la clase política para enfrentar los graves efectos de este impensado escenario. Frente a la dura realidad ha primado un espíritu de unión y solidaridad que dejó de lado las diferencias ideológicas y las discordias propias de la lucha por el poder. ¿Cuáles serán los incentivos para sostener ese espíritu a lo largo del tiempo y los nuevos desafíos que se vayan presentando?

Una de las debilidades que han quedado al descubierto es la mayor y gran vulnerabilidad de las personas que no están incorporadas al sistema formal de la economía. Y sabemos que el enorme tamaño de nuestra economía informal resulta, en gran medida, el espejo de una debilidad institucional de largo aliento que surge de la maraña de regulaciones que atentan contra el empleo formalizado. La inseguridad jurídica y la discrecionalidad inherentes a un esquema de organización política, económica y social que privilegia la concentración del poder en lugar de la objetividad de las reglas de la sana competencia. No es el momento de hacer alarde de ninguna ideología superadora, precisamente esta pandemia ha claramente evidenciado que las sociedades que mayor éxito han tenido en enfrentarla, más allá de cualquier ideología, son las que aceptaron el reto de acatar normas duras, difíciles y desafiantes pero sostenidas por un criterio de razonabilidad y buena voluntad.  El incentivo ha sido el temor, el miedo, el azoramiento ante tamaño peligro. 

¿Cuáles serán los incentivos para sostener esta actitud? Los empresarios tenemos nuestra razón de ser en desarrollar la producción de bienes y servicios en condiciones de precio y calidad competitivos. Para hacerlo aportamos capital y organización y creamos trabajo. Inversión, producción y empleo. La performance económica de nuestra economía ha sido decepcionante y ya antes que se desencadenara esta externa situación, la recesión y la desinversión había aumentado en forma significativa el desempleo y la economía informal. La consecuencia es clara: nuestro país enfrenta la pandemia y sus consecuencias con mayor vulnerabilidad que otras economías, pero sobretodo peor de lo que las condiciones económicas y naturales del país nos ofrecen. Hemos desperdiciado una tras otra las oportunidades y así, hoy nuestra sociedad enfrenta mayores costos de los que hubiera enfrentado de haber mantenido un ritmo de crecimiento sostenido previo a esta crisis. Los errores del pasado hoy acrecientan las consecuencias. ¿Qué lecciones nos deja nuestra propia experiencia entonces que podamos utilizar para diseñar la respuesta a los desafíos de este incierto futuro?  

Hoy más que nunca debemos pensar en un diseño de incentivos positivos, que reemplacen al miedo, para lograr mantener el espíritu de unión y acatamiento de las normas. Fortalecer la unión de todos los argentinos, en lugar de sembrar grietas derivadas de un oportunismo político inadmisible. La pandemia no reconoce distinciones de ningún tipo. Que sea una oportunidad para que los argentinos no volvamos a discriminarnos entre nosotros por ningún motivo social, político o ideológico. Los empresarios queremos y estamos llamados a desempeñar nuestro rol. Para ello necesitamos reglas claras, objetivas, que sean de riguroso pero posible acatamiento como sostén de una verdadera seguridad jurídica que garantice a todos igualdad de condiciones ante la ley y el poder político. El prebendismo y la viveza criolla nos han debilitado y dejado en una vulnerable posición. Es tiempo de valor. De pensar en el futuro, aún en la crisis, de atreverse a diseñarlo con un esquema de incentivos que estimule la inversión, la producción y el empleo en condiciones de costo y calidad competitiva, y facilitar así la unión de todos los argentinos. 

Aprovechemos en estos momentos de dura prueba para recoger fuerza y entendimiento en la luz del testimonio y palabras de nuestro fundador Enrique E. Shaw: “Para que la empresa llegue a ser todo ello además de una estructura adecuada, debe estar dirigida por dirigentes de empresa que no se limiten a los aspectos técnicos de organizar, estimular, sino que a todo ese conjunto sepan darle un “suplemento de alma”. Para ello nada mejor que quienes ejercen tan elevada responsabilidad tomen a María Santísima de “socia”.

Sobre el autor

Consejo Editorial

Consejo Editorial de Portal Empresa, la revista digital de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).

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