Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor
y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos
que tú pones en el curso de la historia.
(Juan Pablo II)
Pentecostés, el Espíritu Santo viene a nuestras vidas, a iluminarnos y fortalecernos con sus dones. En su reflexión mensual, el padre Daniel Díaz, nuestro asesor doctrinal, nos convoca, citando a nuestro fundador Enrique Shaw, a ser magnánimos en estos tiempos, a tener la grandeza de los héroes y el equilibrio de los santos, apoyándonos en esta Venida.
Como descendió a los Apóstoles en forma de fuego, la actual situación de nuestra querida Argentina, nos convoca para pedirle hoy que nos envíe sus dones. Frente a particulares desafíos a que nos referiremos, consideramos importante detenernos en cuatro de sus dones: la Fortaleza, el Consejo, la Ciencia que nos permite conocer la verdad y la Sabiduría.
Ante la amenaza, valor
El primer desafío es el valor que identificamos con el don de la Fortaleza y, que nuestro diccionario define como “esa cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y arrostrar los peligros”.
Hoy como sociedad enfrentamos dos peligros principales: la pandemia y la tentación totalitaria. Es tiempo de ser valientes entonces para enfrentarlos a esos dos enemigos. No ser tibios, no silenciarnos, no ser cómplices ni por acción ni por omisión. Pensar, opinar y actuar con valentía. Como el desafío es muy grande y podemos sentirnos solos e impotentes en este encierro forzoso, el don de la Fortaleza nos llevará a aceptar la realidad, pero sin complacencia y exigir de nuestra dirigencia política transparencia y claridad. Hay que cuidar la vida, pero también hay que cuidar nuestro sistema de organización social libre, democrática y republicana.
Las falencias institucionales en este contexto, provocadas por acción u omisión de nuestros gobernantes son un auténtico acto criminal. Si la vida y la libertad están en peligro, el miedo no puede ser la respuesta. Pero solos no podemos, “Se fuerte y valiente…porque el Señor está contigo” (Josué 1:9), nos dice la Palabra de Dios. Es tiempo entonces de ser valientes y pedir al Espíritu Santo el don de Fortaleza, para pensar, para decir, para actuar.
Pero la palabra valor tiene también otra acepción que resulta oportuna destacar en este contexto. Es el “grado o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar”. Y así como la ciudadanía delega en el Estado las funciones de administración, gobierno y justicia, la creación de valor, de riqueza y bienestar material es el resultado del esfuerzo y la iniciativa privada que solo se logra mediante la fortaleza frente a inconvenientes y adversidades que nos permitirá lograr la eficiencia y justa combinación del capital y del trabajo. Del capital en su concepción mas amplia y moderna que incluye el capital físico, humano y social. El aumento de la pobreza en nuestro país es la contra cara y resultado del deterioro del capital en todas sus formas y la consecuente desvalorización del trabajo. Es tiempo de reconstruirlo, o empezar al menos, con un autentico y consensuado plan de acción. Y eso nos lleva al segundo desafío.
Ante la división, unidad
Sobreabundan los diagnósticos sobre las falencias de nuestro sistema económico que ha generado una trayectoria de recurrentes desequilibrios macroeconómicos, crisis inflacionarias y cambiarias, caída del ingreso por habitante con mayor pobreza y desigualdad. No es un gran misterio lo que se debe hacer para superar este derrotero e iniciar un camino de recuperación. La dificultad es como hacerlo, habida cuenta los nudos de intereses arraigados detrás de un esquema basado en privilegios y prebendas otorgados por el intervencionismo estatal desmesurado y la falta de un autentica integración al mundo. No hay experiencia contemporánea de países con economías exitosas que no se hayan integrado al mundo, de manera inteligente sí, pero con valor y decisión para competir. Y acá puede aumentar el peligro de la tentación totalitaria, ya sea encaramada en aquellos que desean defender un sistema injusto e ineficiente basado en privilegios a favor de pocos y desmedro de la mayoría, como en aquellos que interpretan que el único camino para generar un cambio es a través de un autoritarismo alternativo.
El desafío es alcanzar un plan consensuado, un acuerdo sobre los objetivos comunes y un curso de acción concreta con plazos de ejecución y responsabilidades asignadas donde los costos inevitables de la transformación se distribuyan de acuerdo a un esquema acordado por la mayoría. Difícil de lograr, pero no imposible. Y hay que empezar al menos a proponerlo y discutirlo, convocando y promoviendo a la unidad de los argentinos, no al enfrentamiento. El don de Consejo nos permitirá discernir los caminos y opciones. Y esto nos lleva al tercer desafío.
Ante la grieta, Nación
Vale recordar los términos de la ecuación social. El Estado es el cuerpo político, la sociedad se organiza en la obediencia de la ley y la comunidad se constituye por la comunión de valores compartidos. Una nación es una comunidad donde, el Estado y la ley deben estar al servicio de ella. Los valores constituyentes de nuestra nación han sido la libertad y la justicia, y la pregunta relevante es si la ley y el Estado están cumpliendo su misión. Hoy mas que nunca debemos estimular la comunión de todos los argentinos que compartan estos valores, mas allá de cualquier diferencia de posición económica y social. La grieta es un instrumento ruin de los oportunistas que solo desean alcanzar y acumular el poder en desmedro de estos valores. El don de Ciencia nos permitirá, conocer y obrar rectamente para reconstruir la Nación, junto con su capital humano y material, Y eso nos lleva al cuarto desafío.
Ante la mentira, verdad
“La verdad os hará libres” (Jn 8:31), dijo Jesús y frente a Pilatos afirmó: “He venido a dar testimonio de la Verdad” (Jn 18:37). Buscar la verdad en todo tiempo y lugar. La verdad como persona y como nación. Aceptarla con valor y dignidad, como seres libres y con vocación de asumir las consecuencias para no desviarnos de ese camino ni permitir que lo hagan los poderosos detrás de mensajes seductores pero desprovistos de veracidad. Pidamos entonces el don de la Sabiduría para ver las cosas a través de Dios, que es la Verdad y la Vida.
Aceptemos estos desafíos aprovechando los dones que se nos ofrecen y pidámoslo con la confianza que nos brinda ese otro don de la Piedad, que nos mueve a tratar a Dios con la confianza que un hijo trata a su padre. ¡Feliz tiempo de Pentecostés!